Cuatro dias encerrado en un hotel sin wi-fi.
He aquí la historia :
1 - Marcho en autobús a documentamadrid. Me esperan las mieles de la gloria cinemática.
En Navalmoral de la mata como un picho de patatas e inicio mi venganza alimentaria ahora que estoy fuera del control de mi esposa. Dos cervezas y una bolsa de patatas para redundar, completan el menú. Me sorprende un trío de abuelos, únicos seres humanos de la estación que dejan pasar el tiempo sin más.
Como buen hipocondríaco, soy el único que lleva máscara en el metro en previsión de la pandemia mundial que en teoría debería arrasar con todo sembrando las calles de pánico y cadáveres insepultos. Mi imaginación puede conmigo.
Un payaso tremendamente triste y cabreado.
Entro en el hotel sin wi-fi. Dicen que está estropeada pero al leer la bienvenida en el pequeño televisor aún no lo se. Es el Tryp de la Gran Vía y NO os lo recomiendo. Es feo. Triste, y está lleno de turistas que se llevan las pastas del buffet.
Coloco mis cepillos. Mi colonia infantil desinfectante me sirve para limpiar las manillas de las puertas y toda superficie que pueda tocar (soy un poco hipocondríaco) . Me hago una foto.
Asisto al primer estreno. El sonido es estridente. No reconozco a mi blogger favorita y me muerdo las uñas.
T se muerde también las uñas.
Me voy a dormir. Lo único positivo del hotel es el cuadro en el que hay un globo. Tengo la tentación de llevármelo enrollado como hicieron con la Mona Lisa.
Al tercer (o cuarto) día vuelvo a la estación de autobuses. A pesar de que es horrorosa, T me sorprende y viene a tomarse un café conmigo a la espera del autobús. A T le gustan las estaciones.
Autobús.
Más autobús.
Los ancianos de la estación de Navalmoral de la Mata siguen allí, observan como pasa el mundo como yo: con estupor.