Inmerso en la novela, cuando abro los ojos, es como si no hubiera vuelto a España; y entre libélulas y grillos, bajo el calor húmedo olvido su lenta desintegración.
Japón forma parte de este sistema descompuesto, y sus políticos son tan corruptos como los de aquí, pero su pueblo aún conserva anclas con su pasado tradicional, y eso le da una tremenda fuerza. Una de esas anclas, el Tsukimi una secular tradición que se transmitió al pueblo japonés desde que la nobleza empezara a celebrar banquetes cerca de ríos y estanques para poder admirar el reflejo de la luna, a la que dedicaban composiciones musicales y poesías como la del gran Basho:
meigetsu ya
kado ni sashikuru
shio-gashira
Luna de agosto.
Hasta el portón irrumpe
la marejada.