
El dueño de la casa decía que el árbol, un ciruelo reseco, no daba frutas.
Limpiamos el corral de malas hierbas. Oxigenamos la tierra y la limpiamos pacientemente de la basura que arrojaban los antiguos inquilinos. Lo regamos con agua fresca y cantamos a su sombra.
Dice un provervio persa : la paciencia es un árbol de raices amargas pero los frutos son muy dulces.